De profesión, dinamitero.

Les gusta correr al ataque, romper las carreras. Les da lo mismo lo que pueda suceder 50 kilómetros después. Son los dinamiteros del ciclismo y por encima de todo les gusta el ciclismo de ataque. ¿Se están perdiendo?

Por Jose Lorente (@Lorente_Jose)

El diccionario de la lengua española define el término “dinamitero” como persona que sistemáticamente destruye o trata de destruir personas o cosas por medio de la dinamita.

No es este término una invención propia de quien os escribe, multitud de periodistas, especialmente los deportivos, lo utilizan a diario en retransmisiones y artículos como este. Hoy me disfrazo con un traje de columnista, que por cierto me viene grande, y me subo a este carro periodístico para juntar una serie de palabras entre las que están: dinamiteros y ciclistas.

Es fácil intuir de qué va a tratar este escrito, los lectores más familiarizados con el ciclismo enseguida sabrán el tipo de corredor del que hablo. Sin entrar en muchos entresijos y sintetizando sus características, estamos ante un personaje que se dedica a reventar el orden establecido de forma vocacional y sin mucho ánimo de lucro.

El dinamitero vive en cautividad en modestos equipos de segundo o tercer orden, y sobrevive pertrechando pequeñas malezas locales que suelen pasar desapercibidas para el gran ojo. Vive en pequeños asentamientos del viejo continente como España, Francia, Bélgica y Países Bajos, pero históricamente su principal núcleo poblacional está afincado en Colombia.

Es el único espécimen con poder de tambaleo dispuesto a inmolarse por amor al arte. Su pasión por el ciclismo elimina sus propios objetivos a largo y medio plazo, dando rienda suelta a sus ganas de pedalear sin cadena, manifestando de este modo su constante necesidad de libertad. Sus acciones lejos del mundanal ruido rara vez pasan de un chismorreo local. Eso sí, el día que se presentan en sociedad y escuchan la llamada de la selva, el día en el que los dioses del pedal se sienten indefensos ante lo que no pueden comprar in situ, el día que brillan poniendo de su lado a toda la afición, el día que manifiestan tal poder destructivo que dejan hecho un solar cualquier megalópolis, ese día, entran como miembros de pleno derecho en el álbum de superhéroes del imaginario colectivo ciclista.

Rara vez salen con vida de estos lances y su fugaz incandescencia pasa a ser leyenda casi de inmediato. Si tras pertrechar una de sus detonaciones es apresado en buenas condiciones, sus captores se esforzarán en mantenerlo con vida proporcionándole todo tipo de cuidados. Una vez sano será engordado mejorando su potencia y domado para inhibir su querencia natural a la libertad. Se le insertará un dispositivo en los oídos que tras horas y horas de mensajes cortos e imperativos, terminarán minando su voluntad y capacidad de discernir por voluntad propia. En ese momento, pasará a gozar de una vida llena de lujos y privilegios, engrosando el potencial poderío de los distintos imperios del universo ciclista, pero siempre a su servicio.

No es esta su principal amenaza, ya se conocen casos de captura prematura en sujetos de corta edad. Los captores se especializan en la detección precoz de estas raras avis y acuden en su búsqueda allá donde se intuye que su presencia.

Los jóvenes dinamiteros no saben de su poder, ya que este suele manifestarse sin previo aviso o con leves síntomas previos. Son reclutados de forma masiva con más facilidad en esta fase prematura, ya que  no ofrecen ningún tipo de resistencia y voluntariamente acceden a una mejor vida. A cambio, nunca expresarán incontroladamente su poderío, y lo aplicarán con mesura cuando así les sea ordenado. Muchos individuos adiestrados nunca sabrán de su poder y en muchas ocasiones, ni ellos ni sus propios captores, sabrán si lo tienen o no.

El dinamitero es una especie en grave peligro de extinción con pocos visos de supervivencia en cautividad, pero hay esperanza. Se ha comprobado que el dinamitero es un sujeto sociable que convive perfectamente con otros individuos de su propia especie. Si llegan a juntarse siete u ocho forman lo que se denomina una manada. Este colectivo no necesita líderes, todos ellos lo son, no tienen intereses personales y ninguno es más que el otro. La fuerza del conjunto iguala con creces a los más poderosos del pedal combatiéndolos en los lugares más insospechados.

Las largas rectas, las cuestas adoquinadas, los muros y el barro son lugares donde desempeñan sus fechorías los nacidos en Europa. Las cumbres donde escasea el oxígeno, es territorio de los procedentes de Colombia aunque de vez en cuando aparecen también europeos con estas características.

Su presencia se antoja fundamental para gran parte de la afición y puede que sean el sustento de este deporte dominado por trenecitos, pinganillos, vatios, aerodinámica y muchos euros. Por todo ello y porque soy un nostálgico empedernido, me uno a todos los que quieran gritar juntos,…. 

Larga vida a los Dinamiteros.  

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