La Strade-Poel 2021

Por Jose Lorente (@Lorente_Jose)

Si amigos, después estar un largo rato leyendo artículos y artículos sobre lo sucedido en la Strade Bianche 2021, con titulares de todo tipo en los que abundan los adjetivos calificativos, no me quedaba otra que inventarme un palabro asociado a su protagonista. Disculpen la licencia literaria y la escasa brillantez.

A estas alturas de la película, no es el señor Mathieu van der Poel el típico ciclista joven al que todo el mundo le tiene un cierto cariño, solo porque viene desde atrás intentando descabalgar a los actuales capos del pedal. Esa fase se la pasó por el arco del triunfo en la Amstel del 19, donde el asombro por lo sucedido empezó a posicionar sobre su ilustre apellido el icono triangular de “peligro”. Ni os cuento como subió su estatus al pasar su rueda 15 centímetros por delante de la de van Aert en la meta de Le Ronde 20 tras la “huguiña” de Lou Lou a 35 km de meta. 

No nos engañemos más, este tipo capaz de enfilar a un pelotón con medio manillar colgando, integrante por convicción de un equipo de segunda división, ciclista profesional a tiempo parcial tanto en ruta como en cross, hijísimo de un Adrie hace cinco años que ahora ya es su padrísimo, joven, guapo, rubio, alto, fuerte y al que hasta las manchas de barro le quedan impecables en su maillot blanco, este tipo angelical, es el enemigo público número uno del pelotón internacional y resto de la galaxia bi-rueda.

Me imagino a los veteranos Gilbert, Valverde, Roglič, Fulgsang, Mollema, Nibali, Sagan, Pinot, Van Avermaet, Kwiatkowski, Degenkolp, Kristo, Martin o Terpstra entre otros, mirando en el calendario de este año con bolígrafo de cuatro colores en mano. En azul todas aquellas citas que pueden ganar este año, Amstel, Liege, Le Ronde, San Remo, las Flechas, Mundial,…la Strade,… y tras ver sus contrincantes en la starlist de cada carrera, poniendo asterisco rojo al lado de un montón de veinteañeros liderados por ese espalda plateada neerlandés llamado Mathieu. Van Aert, Ballerini, Remco, Berlan, Pogačar, Hirschi, Pidcock, Alaphilippe, Pedersen, Carapaz, Sosa, Asgreen, Simmons, Higuita, Bennet, Gaudu,…uff, más asteriscos rojos que en la analítica de Riccardo Riccò.

Todas aquellas reivindicaciones de abuelo cebolleta,…las mías, rememorando a Chiappucci Pantani, Bonnen, Cancellara,…las críticas a los potenciómetros, pinganillos, pancarteos y aerodinámica, a esos directores de calculadora y puntos UCI,… ¿en qué se quedan ahora cuando un tío, este tío, se lanza a cien de meta maltratando un piji-bici de tropocientos mil euros?

Llega el domingo 7 de marzo, año 2021, 24 horas tras la Strade Bianche. Me siento con bolígrafo de cuatro colores en la diestra frente a mi lista de mis quejas del ciclismo moderno. El color rojo casi gastado de tanto argumentar y esgrimir sobre este deporte, refunfuñando de todo, que si el maillot del AG2R y el EF para el Giro 20, el bicho bola y la posición Wellens. Me esfuerzo en buscarle pegas al ciclismo,…y aun con una costilla a la miel, un escafoides al punto y una clavícula en dos raciones tras un buen talegazo hace unas semanas, me cuesta la tela dejar de pensar en lo de ayer en Siena y centrarme en seguir implementando ese escrito de color rojo pataleo.

Sin darme cuenta, “click”, mi pulgar aprieta el resorte del color azul y como Gilbert y sus asteriscos, empiezo a tachar uno tras otro todos mis lloriqueos y protestas. Me compadezco de los treintañeros pero tengo la impresión de que hasta aquí hemos llegado con ellos, o casi.

 Llueve y esta nublado, pero como diría el gran Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa,…y azul.

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